Demis Roussos 79 Años de la voz de terciopelo que musicalizó una vida de película

El cantante es recordado aquí tanto por su música como por una noche de playback

«La lluvia y las lágrimas son iguales», «adiós amor, adiós» y «si tengo que morir, querré que estés ahí» cantaba Demis Roussos y aunque él insistiera en que lo que importa, siempre, es la melodía, la unión de su peculiar voz con esas frases simples, cursis en el mejor de los casos, fue la que enamoró a millones en los años 70. Después llegaría la leyenda de ese griego barbado hijo de Afrodita que vestía exóticas túnicas, que había nacido en la mismísima Alejandría, en Egipto: su fama de bon vivant, el polémico playback en el teatro Ópera que en 1980 terminó con el cantante preso en una comisaría porteña, su supuesto hábito de comer perros, los 60 millones de discos vendidos, sus canciones cantadas en griego, inglés, castellano, alemán y francés, sus 150 kilos, sus libros acerca de cómo bajar de peso y la maldita casualidad de estar en el avión equivocado en el momento justo, durante uno de los secuestros de aviones más resonantes, en Beirut, en 1985. El sábado por la noche, a los 68 años, falleció en una clínica de Atenas donde se encontraba hacía ya varios días internado y llegó así el fin de su vida de película.

Artemios Ventouris Roussos nació el 15 de junio de 1946 en Egipto, país que abandonó de pequeño junto a sus padres, luego de la frustrada invasión del canal de Suez por fuerzas británicas y francesas

Dio sus primeros pasos como músico en Grecia, pero fue en París, en 1968, cuando se dio a conocer en Europa al formar el grupo Aphrodite’s Childs junto a su amigo Vangelis Papathanassiou, poco después reconocido mundialmente como Vangelis, un referente de la música de películas y usualmente señalado como pionero del rock progresivo. Su primer disco incluyó su primer éxito, «Rain and Tears».

Tres años después Roussos inició su carrera solista a caballo de su voz poperística y volvió a debutar con un número uno en varias listas musicales de Europa: «We Shall Dance». Luego llegarían «Forever And Ever», «Goodbye My Love, Goodbye» y «Velvet Morning», entre otros éxitos de las décadas del 70 y del 80.

En la Argentina se lo recuerda tanto por sus canciones y su perfil bizarro, entre el kitsch y la parodia, como por sus reiteradas visitas al país -en 1978 coqueteaba con la idea de radicarse en Buenos Aires- y, especialmente, por aquella noche de octubre de 1980 en la que en medio de su show en el teatro Ópera, un espectador se levantó del asiento acusándolo de hacer playback y arengó a parte del público presente a que se sumara a su denuncia pública. La polémica fue tal que Roussos fue detenido por la policía, acusado por el productor local Hugo López y pudo dejar el país tras pagar una fianza de 25 millones de pesos (8.300 dólares de la época, aproximadamente). «Muchos artistas usan cintas grabadas y hay diferentes modos de usarlas según las necesidades del show planteado», dijo en conferencia de prensa. No volvió a pisar el país.

Tras varios años de silencio, Roussos sacó un último disco en 2009 y dio varios conciertos en Europa, antes de retirarse definitivamente de los escenarios.

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