Personas con autismo identificaron las señales que las llevaron a la consulta médica en la adultez

Maju Lozano renunció a la conducción de su programa Todas las tardes, pero antes de irse sorprendió al revelar que a los 51 años le diagnosticaron autismo. Dificultades en el área emocional, temores extraños, preferencia por juegos solitarios, molestias frente a determinados estímulos sensoriales y sentirse «diferente al resto» fueron las principales señales que identificaron personas que recibieron un diagnóstico de autismo siendo adultas.

El diagnóstico del trastorno del espectro autista (TEA) en personas adultas aumentó en los últimos años a raíz de su visibilización, especialmente entre las mujeres, quienes manifiestan esta condición «de manera diferente, enmascarando sus dificultades», aseguraron este martes especialistas luego de que la conductora María Eugenia ‘Maju’ Lozano comunicara que es «autista».

«Desde chica siempre supe que era demasiado diferente al resto. Me costó muchísimo socializar, tenía intereses muy diferentes a las personas de mi edad», contó Andrea Cukier (38) creadora de contenido sonoro y periodista, quien dijo que tiene «innumerables recuerdos» de sentirse inadecuada en cualquier situación que involucrara socializar.

Además, enumeró los juegos en solitario, temores extraños, «ciertos ruidos, olores y sabores que me desregulaban muchísimo, muchos stimmings (estereotipias o movimientos repetidos)» y la falta de comprensión de ciertas normas sociales como señales de alarma.

Cukier, que «lloró de alegría» cuando recibió su diagnóstico en noviembre de 2021, señaló que «acceder al diagnóstico en la adultez es muy difícil» y remarcó que «nadie pasa por ese proceso por capricho o por gusto.»

Como respuesta a la falta de tolerancia a ciertos estímulos en «situaciones límite», las personas con espectro autista pueden experimentar síntomas como náuseas, dolor de cabeza, angustia, ansiedad, necesidad de realizar estereotipias (movimientos involuntarios) o e incluso autolesiones por no poder tolerar ciertos estímulos en situaciones límite, enumeró Cukier.

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También se experimenta la pérdida de control del cuerpo o los pensamientos («meltdown»), la incapacidad de expresar una crisis («shutdown») e incluso la pérdida de capacidad de habilidades básicas de forma temporal, como alimentarse, ir al baño o tomar agua («burnout»).

«Da mucho miedo experimentar estos estados, sobre todo sin tener un diagnóstico oportuno. En mi caso, hasta fui medicada por lo que pensaban que eran ‘ataques de pánico’ cuando tenía 19 años pero, en retrospectiva, claramente eran meltdowns, shutdowns y burnouts», señaló Cukier.

Por su parte, Romina Zejdlik (43) profesora y presidenta de la Fundación «Por la Inclusión Plena» se refirió a las «dificultades en el área emocional, tanto para identificar como para gestionar emociones», como su descontento al asistir a cumpleaños y eventos sociales, junto con la ansiedad.

«Si bien siempre he tenido muchas amigas, me ha costado sostener esos vínculos a lo largo de la vida», ejemplificó sobre la problemática en la socialización.

«Siempre creí que por ser tímida me costaba encajar. Siempre me sentía rara o extraña. En la escuela me pasaba que sufría mucho en las charlas entre compañeros porque al ser tan literales nosotros no entendemos de chistes o doble intenciones», recordó.

Zejdlik, quien cursa el profesorado de Educación Especial, también contó que saberse con autismo la ayudó a entender diferentes episodios de su vida, como los trastornos alimenticios que vivió en su adolescencia y juventud.

«Un puntapié para iniciar mi proceso diagnóstico fue leer que un porcentaje de mujeres adultas presentan desórdenes de alimentación (entre el 23 y 30%)», señaló.

Finalmente, destacó la necesidad de que «sea la sociedad quien se adapte a las necesidades de las personas autistas y no que siempre seamos nosotros quienes nos tengamos que amoldar al entorno».

«Es sumamente necesario poder prevenir situaciones de saturación sensorial debido a los estímulos del ambiente», concluyó.

Fuente: Télam

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